México, país de desagües

El Pabellón de México en la 56 Bienal de Venecia drena agua de un canal como metáfora de la dominación política


Por SERGIO RODRÍGUEZ BLANCO

Luis Felipe Ortega y Tania Candiani,  en el mirador desde donde se ve 'Possessing nature'. / S. R. B.
Luis Felipe Ortega y Tania Candiani, en el mirador desde donde se ve 'Possessing nature'. / S. R. B.

Venecia.- Luis Felipe Ortega sale del pabellón mexicano y camina unos metros al aire libre hasta detenerse en una reja cerrada que marca el fin del Arsenale, uno de los espacios oficiales de la Bienal de Venecia. Del otro lado hay una lengua de tierra y vegetación. Ortega señala al horizonte: “Desde aquí hasta la laguna, y hasta esa otra parte donde está la grúa, es una zona militar”.

 

Hay que cruzar al área restringida y caminar entre plantas silvestres para llegar a la orilla, donde se entrevé bajo el agua verdosa una bomba hidráulica que tiene la forma de un misil. Está succionando agua, triturando todas las impurezas y alimentando la tubería negra que conduce a la la pared de la Sala de Armas, y de ahí a la máquina de 18 metros de largo que está en el interior del pabellón.

 

Curada por Karla Jasso y ejecutada por Ortega y Tania Candiani, la pieza es una pared de lámina que, por su aspecto industrial, recuerda a las obras minimalistas de Richard Serra. Pero, también es un de drenaje monumental que lleva por nombre Possessing nature, traído fragmento a fragmento desde México.

Luis Felipe Ortega. en la valla que marca el límite del Arsenale. A partir de ahí, empieza una zona militar por la que cruza el tubo para poder succionar agua del canal y alimentar la pieza. / S. R. B.
Luis Felipe Ortega. en la valla que marca el límite del Arsenale. A partir de ahí, empieza una zona militar por la que cruza el tubo para poder succionar agua del canal y alimentar la pieza. / S. R. B.

La obra surge de la pregunta “¿cómo pensar el momento actual?” que lanzó el curador de la 56 edición de la bienal, el nigeriano Okwui Enwezor, un pensador que ha presentado una de las bienales más politizadas de las últimas dos décadas. De hecho, a partir del 9 de mayo se leerá diariamente un fragmento del Capital de Marx hasta agotar los cuatro tomos.

 

Jasso dice que la respuesta es la misma obra, que en realidad lo que hace es formular más preguntas para reflexionar sobre una problemática de la propia modernidad en su versión colonial. Por ello, la pieza se funda en la fricción entre una Venecia occidental que siempre ha convivido con el agua desde su fundación, y una Ciudad de México marcada por el empecinamiento de los conquistadores en desecar el lago sobre el que descansaba Tenochtitlan.

 

“La reflexión arrojó que el desagüe es la figura que resulta ser la tecnología más violenta que heredamos en México de la soberanía”, dice Jasso.

 

De hecho, es tan alta que el visitante sólo escucha el agua que chirría por dentro de la pared, cae a una primera cisterna, gime, resopla y vuelve a ascender y verterse tres veces más hasta hacerse visible, ya mansa, en un espejo de agua cuadrado con fondo metálico que está a la altura del suelo. En este punto, se transforma en una pantalla literalmente líquida donde se proyecta un video con imágenes fantasmagóricas de Venecia, de la zona agreste de Xochimilco y del drenaje del Distrito Federal. Un mirador situado más alto que la obra es el único punto desde donde se puede ver el agua correr por su interior.

 

Más que una maquinaria propia de la modernidad, la obra es una contrainfraestructura que devuelve el agua drenada al mismo canal de donde salió.

La pieza, vista desde el mirador, en el Pabellón de México en la Sala delle Arme del Arsenale. / S. R. B.
La pieza, vista desde el mirador, en el Pabellón de México en la Sala delle Arme del Arsenale. / S. R. B.


“Es un sistema inútil, de contención, pero también de pérdida: tiene que ver con estos monumentos que se erigen como un sinsentido cada sexenio”, dice Candiani.

 

Desde que México retomó sus participaciones en las bienales de Venecia en 2007, es la primera vez que el pabellón nacional está dentro del Arsenale y en un área oficial de la bienal. La misma obra es un zigzag que copia la línea del mapa que surgiría de recorrer los otros cuatro pabellones para llegar a la sede actual, la quinta, que será fija hasta 2024.

 

A los artistas y la curadora les resulta simbólico que en medio de la violencia por la que está pasando el País, la obra se exhiba justamente en el interior de la Sala de Armas.

Hay otra triste coincidencia: “Hoy en día, el poder que tenemos está secando la última parte del lago de Texcoco para construir un aeropuerto [el NAICM]. Lo más fuerte es que se repite y se repite la historia, con la misma arrogancia y con la misma soberbia”, dice Jasso.

En el catálogo, una investigación iconográfica muestra cómo casi todos los presidentes se inmortalizaron dentro del tubo de desagüe. El drenaje –de agua, de cuerpos, de información– parece ser la alegoría que está todo el tiempo ahí en la historia mexicana.

 

(Publicado en REFORMA)